La puerta no gime de edad, sino de anhelo. Sus enredaderas palpitan como venas, las gotas de rocío tiemblan como lágrimas no derramadas. Esta no es una mera entrada: es una invitación a convertirse en leyenda. ¿Contestarás?

El blanco aquí no es ausencia, es un pergamino en blanco que espera aventuras. Estos vestidos son nieve fresca, no marcada por el tiempo, lista para que los pies diminutos escriban su destino.

El tul es el lenguaje de los duendes del viento. Cada susurro susurra: “Baila y el mundo bailará contigo”.

El satén es el río Estigia convertido en seda: suave, traicionero, luminoso. Llevarlo es jurar lealtad a la elegancia.

Estas flores muerden. Rosas con espinas de lentejuelas, peonías que ronronean al acariciarlas. Un jardín que elige a su jardinero.

El color es coraje aquí. No los tímidos pasteles de las paredes de la guardería: estos tonos rugen. Son escamas de dragón, plumas de fénix, el grito de una supernova.

El negro no es un vacío, es un escenario de terciopelo. Las estrellas son candilejas. ¿La audiencia? Mil criaturas de sombras, con la respiración contenida, esperando el debut de su hijo.

Las borlas se convierten en laureles. ¿El diploma? Un pergamino sellado con cera de dragón. Que su vestido sea una bandera de conquista.

Chaquetas de traje forradas de valor. Relojes de bolsillo que marcan el ritmo de misiones incalculables. Tu príncipe no necesita corona, sólo coraje.